El aceite de oliva también ayuda a mantener baja la
presión sanguínea y alivia los efectos de la artritis. Gracias a su poder
antioxidante, este tipo de aceite mejora el flujo cardiovascular y ayuda a
retardar el proceso de envejecimiento de las células.
Además, contiene vitaminas A y E, y su consumo contribuye a
mejorar el aspecto y tersura de la piel. Entre los distintos tipos de aceite de
oliva que se comercializan, el más apreciado en el ámbito culinario y
nutricional es el aceite de oliva virgen extra. Es la máxima categoría
comercial y se obtiene del prensado de las aceitunas sin otra manipulación que
la mecánica. No puede superar una acidez de 0,8º.
Le sigue en la clasificación el aceite virgen, para el que
se sigue el mismo proceso de elaboración que el anterior, aunque su puntuación
en la cata es más baja y su acidez es diferente, tiene un máximo de hasta 2º.
Estos números representan el porcentaje de ácidos
grasos libres, ácidos que aparecen cuando las aceitunas se encuentran en mal
estado o el aceite ha sido inadecuadamente tratado o conservado. Por tanto, en
los aceites vírgenes, a menor acidez, mayor calidad.
El tercer tipo se denomina aceite de oliva. Es el más
consumido y está compuesto por una mezcla de aceite de oliva refinado y virgen.
En esta clase de aceite el grado de acidez (el máximo permitido es 1) no es un
indicador de calidad. Por último, se halla el aceite de orujo de oliva, que no
pertenece a la familia de los vírgenes y es el de peor calidad
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