viernes, 13 de septiembre de 2013

RECETA ELECTRÓNICA, NUEVOS PROBLEMAS Y NUEVAS SOLUCIONES



La receta electrónica se ha convertido en uno de los grandes mitos de nuestro tiempo y tiene soliviantadas a las autoridades, porque piensan que puede ser el medio definitivo de control del gasto público en medicamentos, pero las dificultades a las que hay que enfrentarse son enormes. Para conseguir que cumpla su función, hay que contar con unos diseños de información homogéneos para los datos y unos sistemas que muestren algún tipo de compatibilidad.
 La realidad es que continuamente están apareciendo problemas de seguridad y nuevas posibilidades de fraude que no podemos siquiera imaginar. Además, la receta electrónica requiere como paso previo una tarjeta sanitaria individual que identifique unívocamente a cada persona y que recoja sus derechos respecto a una entidad gestora de asistencia sanitaria. Esta tarjeta tiene que ser leída en cada acto, es decir, en la visita al médico y a la farmacia, lo que se traduce en la existencia de lectores y un avanzado sistema que capture la prescripción en tiempo real inhabilitando otras dispensaciones, pero no está resuelta la constancia de la entrega física del medicamento, por lo que debe permanecer el cupón-precinto, que es la única garantía de que el medicamento ha sido anulado para otras dispensaciones en el sistema público y que el farmacéutico deberá entregar para cobrar. Es decir, desde el punto de vista de la farmacia, aumenta extraordinariamente la burocracia; desde el punto de vista del paciente, no supone ninguna mejora en la asistencia, y desde el punto de vista de la Administración, lo único que se consigue es saber en tiempo real quiénes son los médicos que se desvían o los que valoran más los incentivos de la industria que los que les proporciona el sistema público. La impunidad en el diagnóstico permanece y la racionalidad del tratamiento sólo se supone. Sin embargo, la receta electrónica parece haberse convertido en una cuestión de Estado: se ha aprobado un presupuesto millonario para que el Ministerio de Ciencia y Tecnología elabore un estudio al respecto y en los Conciertos con las distintas administraciones sanitarias se programan inversiones millonarias en tecnología, buena parte de las cuales se harán a costa de la economía individual del farmacéutico, que no llegará a comprender el porqué de todo esto si, a fin de cuentas, sigue teniendo que facturar papeles y entregar los cupones como siempre.
NUEVOS PROBLEMAS Y NUEVAS SOLUCIONES
La complejidad de lo que se avecina es tan grande que muchos no saben de lo que pueden llegar a ser víctimas. Así, las Administraciones Sanitarias diseñan sistemas que convertirían al farmacéutico en funcionario virtual, es decir, sin sueldo ni derechos, por la sencilla vía de transformar su actividad en mero terminal de los ordenadores de la comunidad autónoma correspondiente. Se han planteado solu- ciones más o menos elaboradas para que esto no ocurra, pero algunas son tan burdas que no garantizan nada. La única estrategia del farmacéutico consiste en no escuchar cantos de sirena y prepararse para la defensa de su actividad privada, aunque de interés público. Los escasos diseños en los que se asegura la libertad a través de una red inviolable y una comunicación única --a través del Colegio-- con la Administración acarrean cuantiosas inversiones que, si bien serán difíciles de entender para el farmacéutico, constituirán la única garantía de independencia. La receta electrónica a través de Internet, aunque se mueva en lo que se denomina «zonas oscuras», no garantiza la independencia y podría volverse en contra de todos. El peligro se llama concertación individual y la única forma de evitarla es disponer de una red segura como la de los bancos, una salida única hacia la Administración en el Colegio y unas tijeras --esto es broma-- para cortar el cable ante la menor señal de peligro. Sin embargo, los diseños seguros no valen únicamente para defenderse de la Administración y pueden tener múltiples aplicaciones para conseguir mejoras en la obtención de información, en las compras y en otras cosas que hoy por hoy aún no podemos siquiera concebir, como, por ejemplo, gestionar sin favoritismos la atención a centros socio sanitarios o hacer frente competitivamente a las farmacias de 24 horas, cuyo servicio puede ser superado solamente si se dispensa a domicilio y con todas las garantías a través de las farmacias de guardia de cada día.
Desde un punto de vista político, la farmacia puede hacerse más fuerte frente a las tendencias liberalizadoras, y la unidad, tan reclamada hasta ahora por los que siempre están dispuestos a perder algo, tendría un nuevo significado: consistiría en resistir y no perder.

En todo este proceso debe tener también su espacio la Atención Farmacéutica. Ahora será posible saber toda la medicación que usa el paciente; se podrá rellenar fácilmente la ficha del paciente y adelantarse a señalar los problemas relacionados con el medicamento (tabla II). Así pues, tenemos ante nosotros un gran reto tecnológico en el que se deben poner a pensar las mejores cabezas de la Farmacia, buscando lo que más pueda interesarnos como colectivo, sin perder el norte de una Farmacia con estilo propio y alejada de planteamientos anglosajones en los que, por cierto, casi nada está en el nivel de desarrollo en que nos encontramos. Ante este panorama, habrá farmacéuticos que tiemblen por lo que se nos avecina si nos dejamos llevar por los futuristas, y a ellos habrá que recordarles lo que decía un amigo: ¿en qué Ley está que el farmacéutico tenga que tener ordenador en la farmacia? 

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