Probablemente el concepto de información farmacéutica nació
en algunas mentes privilegiadas antes incluso de que hubiera ordenadores
capaces de compilar resultados. La historia, aunque reciente, merece ser
recordada, sobre todo por quienes piensan que acaban de descubrir las grandes
posibilidades de explotación de la información que procede de las recetas,
cuando esta historia comienza en 1975 en el Instituto Nacional de Previsión,
que era por entonces la única entidad gestora de la Seguridad Social, y de la
que dependía todo: las pensiones, el desempleo, la asistencia sanitaria y las
prestaciones farmacéuticas. En aquel entonces sólo había algunos grandes
ordenadores con una memoria central tan pequeña que ahora nos parece difícil
que pudieran funcionar.
En la industria farmacéutica nacía a la
vez, o incluso antes, una corporación, la IMS (International Marketing
Services), que recogía información de las compras de las farmacias y obtenía
unos resultados muy similares en una muestra estadísticamente significativa. El
desarrollo de la información farmacéutica en España en el terreno de la
Administración ha sido enorme, hasta el punto de situarnos a la cabeza de
cualquier país desarrollado, ya que no hay ningún otro que procese todas las
recetas del sistema público y obtenga cruces de información vitales para la
gestión y para la adopción de medidas de vigilancia y control. En la década de
los ochenta el In salud desarrolló un proceso informático muy complejo que
proporcionaba cientos de informes relacionando los datos de la especialidad
farmacéutica --laboratorio, grupo terapéutico, principio activo-- con el médico
prescriptor y la farmacia. Estos informes supusieron una importante depuración
del fraude existente, en su versión más burda, que había adquirido proporciones
alarmantes2.
A partir de 1981 se implanta un código nacional unívoco para
identificar cada formato y se desarrollan dos grandes bancos de datos que
funcionan on-line pero con datos obtenidos en diferido. En
aquellos años se consigue, aunque por poco tiempo, conocer la estructura del
consumo de los hospitales, pero el distanciamiento de la Seguridad Social y las
primeras transferencias sanitarias comienzan a degradar los procesos
centralizados que se tratan de revitalizar en la década de los noventa sin
éxito. Es también en esa década cuando empiezan a producirse importantes
desarrollos en las comunidades autónomas, pero va perdiendo operatividad la
información sobre el consumo global, hasta el punto de que en este momento ha
dejado de existir, a excepción de los datos de consumo y los principales
indicadores.
Lo relatado hasta aquí puede dejar el poso de que algo no
funciona bien, y así es; hay una excelente información que proporciona el
proceso de facturación llevado a cabo por los colegios de farmacéuticos; hay
incluso muy elaborados sistemas de información en bastantes comunidades
autónomas, pero se ha perdido la visión de conjunto, y todo indica que ya no va
a recuperarse. Junto a esto hay que decir que la información en manos privadas
es cada vez mejor y maneja datos a los que no tienen acceso las
Administraciones Públicas, ya que han aparecido empresas que utilizan «paraísos
de información» para sus bases de datos y turbios sistemas para conseguir la
información básica que interesa a la industria.
DATOS SENSIBLES
Los datos que contiene la receta son muchos pero no todos tienen el carácter de datos
sensibles desde un punto de vista práctico o por su protección legal. Los datos
más importantes son los que identifican al médico; al medicamento --que es
tanto como identificar al laboratorio, al grupo terapéutico y al principio
activo--; a la farmacia y al paciente, en su calidad de trabajador activo o
pensionista. De todos estos datos los únicos que interesan a la industria son
los del médico y los del medicamento. En mucha menor medida podría estar
interesada en la farmacia y, casi con toda seguridad, podría pasarse sin el
dato del paciente, que además es el que tiene una mayor protección desde el
punto de vista de la Ley Orgánica de Protección de Datos (LOPD). Por su parte,
las Administraciones Públicas muestran un interés grande por conocer el dato
del paciente y sus relaciones con el médico, pero desatienden algo tan
importante como el diagnóstico y se muestran mucho más ineficaces que en otros
tiempos a la hora de profundizar en la relación médico-laboratorio.
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