lunes, 1 de abril de 2013

Atención farmacéutica La atención farmacéutica como innovación

Érase una vez, allá por finales del siglo XIX, una empresa que existía en una ciudad muy muy lejana para quien no viviera cerca. Se llamaba la Chicago Ice Company. Para quien aún no lo haya pillado, o quien tenga dudas, efectivamente, estaba radicada en la ciudad de Chicago. Y para quienes no sepan inglés, fabricaba barras de hielo. Esta empresa, modélica en un país emergente como era en ese momento los Estados Unidos, distribuía su fresco producto por toda la ciudad. Sus dueños estaban orgullosos de ello pues, aunque no fueran conscientes en ese momento, contribuían a lo que más tarde se conocería como el sueño americano.
Pero un buen día, malo para ellos por ser más explícitos, llegó la electricidad a Chicago. Y con tan peligroso invento, no en vano estaba aumentando enormemente el fallecimiento por descarga eléctrica, aparecieron unos aparatos a los que llamaron frigoríficos. Alimentados por electricidad, conseguían conservar los alimentos, o refrescar las bebidas, sin necesidad del producto estrella de la ChIC (Chicago Ice Company para quien se haya perdido). Y las ventas de la empresa comenzaron a bajar de forma peligrosa.
Alarmados, los dueños de la empresa convocaron de forma urgente a la Junta de Administración y sus asesores más importantes. Por decirlo en temas de medicamentos, era como si convocasen a los farmacoeconomistas, economistas de la salud y demás especialistas en tijeras, excepto peluqueros, ya que la peluquería es solo un oficio. Todos se pusieron a pensar cómo atajar ese descenso peligroso. La presidencia de la Junta intentó infundir serenidad. Aquello de la electricidad era, a juicio de sus integrantes, un invento peligroso, y nada más que fallecieran algunas personas más, estaban seguros de que el Gobierno acabaría prohibiéndola. No obstante, los sesudos asesores quisieron ganarse el salario, por lo que propusieron tres medidas que redundarían en el éxito de la empresa y, cómo no, en justificar sus emolumentos:
1. Fabricar hielo de forma más rápida y segura: hacer un análisis de proceso exhaustivo, para eliminar los llamados «cuellos de botella» en la producción, y así optimizar la fabricación y poderlo hacer de forma más rápida y segura. Aunque la palabra «optimizar» no gustaba mucho en la Junta, se aceptó que la idea era buena y que merecía la pena hacerle seguimiento.
2. Sustituir los carros de reparto, tirados a caballo, por vehículos a motor, aprovechando el invento de Mr. Ford (el de los coches). De esta forma, disminuirían los costes de alfalfa, le haría un ERE a la envejecida flota equina y se podría repartir de forma más rápida, contribuyendo a la reducción de costes que se apuntaba en el apartado anterior.
3. Disminuir los precios, algo coherente a los enunciados anteriores, y que serviría para visibilizar estas nuevas maneras de gestión de la prestigiosa empresa ChIC.
Ya solo quedaba que el tiempo hiciera el resto. Uno de los dueños, cuyos ancestros tenían origen español, siempre decía (ya en inglés, por supuesto): «Siempre que llueve, escampa». Era una ocasión para recordarlo nuevamente. Esto infundió nuevos ánimos y optimismo en la empresa, que descartó por innecesarias otras medidas más drásticas, como movilizar a asociaciones tradicionalistas para que se manifestasen ante el Congreso de la nación, o financiar movimientos antieléctricos nacientes en los estados más sureños.
Lamentablemente, este cuento no acabó como esperaban los propietarios de la otrora afamada empresa y su cierre, previo oneroso despido de los asesores y quiebra para los trabajadores, no tardó en llegar.
Los miembros de la Junta no se dieron cuenta de que lo que vendían no eran barras de hielo. Eso era lo que fabricaban, porque lo que vendían, o mejor dicho, lo que la gente compraba, era frío. Y esta es una regla muy importante para cualquier innovación, saber lo que la gente te compra. Porque la gente siempre compra lo mismo, desde la más antigua antigüedad; lo que cambia es la manera de satisfacer esa necesidad. Por eso nuestra empresa ChIC desapareció sin dejar rastro.
EF485_ATENCION_FARMACEUTICA_2¿Qué vende la profesión farmacéutica?
Llegado este momento, sería bueno preguntarse qué vende la profesión farmacéutica. Puede hacer el ejercicio de pensarlo o seguir leyendo. Le aconsejo que pare y lo haga, porque no es posible dejar un espacio en blanco. Eso es muy caro y la cosa no está como para desperdiciar papel (o pantalla, si lo está leyendo en su ordenador).
¿Los farmacéuticos vendemos medicamentos o la salud que producen? Por poner un ejemplo. Cuando se dispensa (esta palabra es más apropiada, ¿verdad?) un ibuprofeno (con receta, claro), ¿qué estamos dando, un ibuprofeno o el alivio para el dolor de cabeza de quien lo solicita?
Esto es muy importante madurarlo, porque quienes piensan que venden ibuprofeno son más sensibles a esos proyectos de marketing, de ventas cruzadas, fidelizaciones, etc., que muestran que el producto es más importante que quien lo maneja. Y los que defiendan que los farmacéuticos lo que tienen que hacer es contribuir al alivio de ese dolor de cabeza deberían hacer otra cosa más. Porque hay una importante empresa farmacéutica, la Pharmacists Ice Company (PhIC en su acrónimo) que, ante la crisis que todo lo siega y lo liberaliza, opta por un camino, centrado en el producto, con no pocas semejanzas con su difunta hermana ChIC:
– Dispensación robotizada (cambiar el coche de caballos por uno a motor).
– Genéricos y bajadas de precios.
– Variedad de productos para vender (para que siempre prevalezca el producto sobre el profesional, aunque el local en el que se «vende» pretenda justificar la presunta calidad y beneficio del producto (ya hemos tenido una larga historia de venta de chalecos reflectantes para automóviles, móviles para ancianos, incluso hay en América quien defiende que el tabaco debería venderse en farmacias).
Esta compañía, la PhIC, tiene su discurso temeroso: el farmacéutico es el único especialista del medicamento, está en las manos del paciente no jugar con algo tan peligroso, etc. Ese discurso del miedo, en cuanto el producto de venta se resiente (en precio, en margen comercial...), hace saltar todas las alarmas y hace llegar las campanas del apocalipsis profesional.
A pesar de sus miedos, los integrantes de esta empresa todavía tienen fuerzas para mirar por encima del hombro a los miembros de otra empresa farmacéutica, la IPhC, que no es su enantiómera ni su isómero «iso», sino que son las siglas de la Idealistic Pharmacist Company, una pequeña empresa constituida por farmacéuticos que creen que su profesión, y la de cualquiera otra de prestigio, tiene sus fortalezas en el conocimiento de los que la integran, en su capacidad de decidir y resolver problemas a la sociedad. Sin embargo, esta compañía IPhC tiene pocos miembros, y algunos son infiltrados de la PhIC, que aunque creen que lo que tienen dentro de la cabeza vale, les da miedo perder de vista las cajitas de medicamentos.
Ya que ambas compañías adversarias no se ponían de acuerdo en lo que significaba innovar la profesión, decidieron conocer algo más sobre esta palabra tan de moda llamada innovación. Una palabra casi a la altura del reinventarse que utilizan los más optimistas, y justo en el lado opuesto a aquellos que no cesan de repetir y repetirse aquello de «con la que está cayendo», otro de los tópicos de la época.
EF485_ATENCION_FARMACEUTICA_3Innovación para farmacéuticos
Existen dos términos propios de la innovación muy interesantes, y en los que merece la pena detenerse un poco:
– Bucle: una nueva variedad de lo que ya existe. Por ejemplo, un nuevo sabor de yogur. Imagínense hacer un yogur de sabor de salchichas Frankfurt, para atender y rendir pleitesía a los que mandan en la economía europea. Se domina la tecnología de fabricación y se añade el saborizante adecuado para conseguir lo propuesto. Misma tecnología, nueva variedad.
– Loop: un cambio de paradigma, algo absolutamente diferente a lo ya existente. Fue lo que representó el Actimel, un yogur líquido, que se podía beber a sorbos, sin esperar a que ese niño juguetón e inquieto al que va destinado tuviera que pararse mucho en sus juegos. Se conoce el mundo de los lácteos, pero se realiza un producto absolutamente diferente, que no guarda parangón con ningún otro.
¿Cuáles son los bucles y los loops farmacéuticos?
– Bucles: aquellos que significan seguir haciendo lo mismo y mejorarlo, o sacar nuevas variedades. Es el mundo de la dispensación activa (en lugar de entregar la medicación), una indicación farmacéutica basada en protocolos, la conciliación terapéutica como chequeo previo a la dispensación, dosis unitarias y sistemas personalizados de dispensación, fomentar la adherencia a las órdenes médicas, educación sanitaria... Todo esto trata de mejorar lo que ya se hacía, dándole un plus de profesionalidad, una mejora patente a lo que ya se hacía.
– Loops: los cambios de paradigma. Aquellas actuaciones que dejan atrás la dispensación y entrega de medicamentos, cuyos objetivos son que los medicamentos alcancen unos resultados concretos, que no garantizan ni la prescripción ni la dispensación de calidad, ya que ningún medicamento asegura el efecto terapéutico deseado en el paciente. Son actuaciones en las que se produce una alianza terapéutica entre farmacéutico y paciente, en un acto profesional en el que se gestiona integralmente toda la farmacoterapia que precisa, con el propósito de optimizar sus resultados, mediante intervenciones concretas para resolver problemas y el seguimiento de dicha farmacoterapia, para así asegurar las metas deseadas.
Esto sí supone un cambio de paradigma, porque, partiendo de los conocimientos sobre medicamentos, el farmacéutico se implica en la toma de decisiones clínicas que se deben realizar en momentos diferentes de la dispensación, para abordar uno de los más grandes problemas de salud pública de estos momentos: la elevada morbimortalidad evitable asociada al uso de medicamentos, que produce sufrimiento humano y un enorme incremento de costes sanitarios y sociales debido a que los medicamentos solo cumplen las metas deseadas en cuatro de cada diez casos.
El loop farmacéutico supone volver a retomar el camino de la clínica, que se abandonó cuando la profesión se separó de la medicina, y dar respuesta a ese problema que no se resuelve solo con que la cadena diagnóstico-pronóstico-prescripción-dispensación-educación-administración sea realizada de forma irreprochable. Los medicamentos son sustancias químicas que interaccionan con entidades fisiológicamente complejas como los seres humanos, y su resultado, y cómo interioriza esos resultados el paciente, es algo impredecible.
Por tanto, si la profesión farmacéutica pretende ser la que resuelva los problemas de salud que constituyen esta epidemia farmacológica, deberá hacer otra cosa. Porque la polimedicación no es que un paciente tiene cinco problemas de salud y toma otros tantos o más medicamentos; la polimedicación es que muchos medicamentos comparten vías metabólicas para problemas de salud muy diferentes; es compartir lugares de acción; es interferir los resultados unos con otros; es tener que tomar medicamentos todos los días sin saber por qué ni para qué; es, en definitiva, una inmensa madeja que hay que deshacer, para lo que se necesita un profesional diferente. Un profesional que mire los problemas de salud, pero desde una óptica distinta a la que ya se hace por otras profesiones y que la complementa. Esta es la inmensa tarea que tienen por delante los farmacéuticos, y que deben decidir si quieren o no asumir. Pero, ¿y eso, cómo se hace? Si de esto se lleva hablando muchos años y no se ha conseguido nada, ¿cómo innovar en la profesión farmacéutica? Sería interesante conocer casos similares de innovación con éxito.

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